“Detrás
de cada comportamiento incomprensible de una mujer, hay un cobarde que la hizo
sufrir.”
Lo siento. Ahora me doy cuenta. Y ahora lo siento.
Perdóname. Discúlpame. Mejor no lo hagas. No lo merezco ni querría
hacerlo. Lo siento. Sólo puedo decir eso, que siento mucho lo que siento. No lo
mereciste. Y menos de esa forma.
Dañé, erré, rompí, vacilé, oculté, mentí.
Herí, manché, quité, callé, dije y desmerecí.
Mereces toda la sinceridad que tu confianza sea capaz
de creer concederme en estos momentos, entendiendo que puede ser nula.
Perdona por dejar rotos tus sueños. Perdona por
desviar tus sonrisas. Por no callarme cuando debí. Por mirarte y mentirte. Por
mentirte y atreverme a mirarte. Por mirarte y no verte. Por no querer verte.
Por no saber, ni por querer hacerlo.
Perdona por rajar tus sentimientos, por quemar tus
gestos, por decir medias verdades, mentiras enteras con frases a medias. Por
coger tus vasos medio llenos y dejártelos medio vacíos. Por no entender tus
lágrimas, ni por intentarlo.
Perdona por darte la espalda en la cama mientras tú
por mí dabas siempre la cara. Perdona por mentirte desde un principio y
mentirte con un final. Perdona por crearte malos vicios, por no aprender nada
de ti, por esforzarme en ofrecerte mi peor persona cada día. Perdona por no
tener cobertura para ti. Por no querer conocerte. Por no dejar que me
conocieras. Por enfadarme por ello.
Perdóname por juzgarte sin criterio, por decirte que
entendía tu situación sin tan siquiera conocerla. Por no intentar comprenderte,
no querer entenderte, ni considerar ser paciente.
Por gritarte sin motivo. Por gritarte por costumbre.
Por silenciar físicamente tus silencios. Por maquillar nuestra relación. Por
manchar tu vida. Por aislarla de los demás.
Perdona, no me perdones. Sólo quería que supieras que
lo siento, aunque haya sido mal y a destiempo. Aunque sea por un blog y al
final solo sea otro fallido “intento”.
Cómo te gustaría que de repente te dijera eso,
llamando sin previo aviso a tu puerta un día tan gris como este, eh?
Esto será lo que nunca escucharéis de él. Y mirad
ahora, aún tiene vuestro corazón, y lo tiene encerrado para que no se lo deis a
nadie. Porque le pertenece. Porque se lo seguís regalando cada día pensando en
él. Siendo un poco más infelices gracias a él, más frías, más difíciles, más
complejas, más extrañas, todo mérito suyo.