19 de febrero de 2011

Pesadilla de Verdad



Fue corriendo por el pasillo, agitado de subir las escaleras de 2 en 3, tiró una vez más del pomo de esa puerta que tantas historias le ha regalado dentro de ella. Él abrió acelerado, sólo pensando en el momento en que le daría la buena noticia. Siendo exactos, en realidad imaginaba y decoraba a su gusto la reacción que tendría ella en el instante clave de la buena nueva. La que él perseguía, la que había alcanzado, la que por fin ya era suya y de nadie más. Estaba extasiado, eufórico, sinestésico. Eléctrica felicidad. Emociones fulgurantes, impecables.

Y entró.

Y……pum. Todo volcó en silencio. Demasiado rápido entendió esa mirada, odió conocerlas tan bien. Aunque sólo hubieran sido 3 segundos de ignorante placer. Pero esa mirada, Dios, lo dijo todo, y demasiado bien. Tan fuerte fue, tan jodidamente evidente fue, que supo con seguridad al mil por mil que lo bueno y único que había sentido por ella, aquella situación descompensaba la balanza, la rompía.



Y sólo fue una mirada.


Desde entonces aprendió a temer volver a sentirse tan feliz, por seguridad.



*Próximamente Pesadilla de Verdad II


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