20 de febrero de 2011

Sinestesia de Verdad



Y me miró la sin vergüenza de la conciencia con sus barítonos ojos mientras mi dignidad se tambaleaba entre el turquesa y lo triangular, siempre y todo, anguloso y azulado inclinándose hacia el verde, como de costumbre. La rugosa conversación que mantuvimos (mi orgullo y mi subjetiva objetividad) acabó de una manera peculiar, atípica, con forma de cinco y un color más bien egoísta.


Es cierto, había obrado mal. No avisé a Nara de la llamada de su trabajo.





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