Voy a coger mi mejor
francotirador, ese que se tiene en una vitrina, acolchado, impoluto, capaz de
la bala de acero pulido más certera. Cogeré la mirilla más precisa,
kilométrica, milimétricamente atómica, me voy a tumbar y colocaré mi arma y mi
alma para relajarme.
Voy a respirar hondo durante un tiempo muy largo, que
cuando llegue se habrá pasado volando.
Te veré, estaré
tranquilo, ansioso, nervioso, frío, de acero, estarás ahí delante, expectante, impactante y pacientemente agitado. Y te pondrás
en el punto de mira, en el punto de la cruz, no voy a temblar, no voy a temblar
y voy a disparar.
Un disparo. Limpio.
¿Te
apuntas?
Yo
disparo.