2 de marzo de 2011

Accidente de Verdad


Un buen día es de noche, viernes, vas por la autopista A-42 con el coche, has quedado con Nara para cenar, estás contento porque hoy ha sido un día provechoso. De repente, sin encontrarle fácil explicación, ves a lo lejos destellos de ráfagas nerviosas de luz de un coche que viene en dirección contraria y demasiado deprisa.

Clac. Es el pomo de una puerta blanca de poco peso.

Tienes cables por todo tu cuerpo, la cabeza vendada y dolorida, medio cuerpo escayolado, no intentas mover ni un meñique porque sabes que no puedes, tienes sondas puestas por todos lados, se acerca la enfermera con la voz más suave del mundo y te dice cómo estás, que pronto llegarán tus padres y que tuviste un accidente muy aparatoso. Estás en la uci.

Son momentos de duda, son noches que nunca creías que tendrías que pasar allí. Pero todos somos personas. Pensamos que siempre veremos la tele pero que nunca saldremos en ella. Y a veces sales por las buenas, pero otras veces por las malas. Ves 5 días después, el telediario de aquel 26 de febrero y ves cómo quedó tu coche. Parece que fue un choque frontal y tú fuiste el mal parado de todo. Sobre el borracho que chocó contigo aún no se sabe mucho, por no decir nada.

Son días de dolor, allí no hay ventanas, pierdes la noción del tiempo. Son días marcados por el dolor, por la incomprensión de todo lo que te rodea. Porque no perteneces a ese mundo. Sólo deseas intentar dormir para que el tiempo pase más deprisa y evadirte de esa realidad que no es tuya pero que se ha apoderado de ti.

A los meses te dan el alta. Y te dicen que te has “recuperado”. Pero sólo físicamente. Aún te quedan esas ráfagas que no olvidarás, noches en las que no dormirás, pesadillas que pasar, miedos que tener. Y el coche quizás no lo vuelvas a coger, no por miedo, sino porque cuando te amputan una pierna es más difícil.

Y todo porque un “virtuoso” dijo: no creo que pase nada por beber…





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