9 de octubre de 2012

Infierno de Verdad


El blog no pretende ser monotemático.

A veces conviene saber de lo que es capaz de causar el ser humano, para bien y para mal. Esta entrada es de las segundas para concienciarnos de lo que nunca es una buena solución a un conflicto, llevado a un extremo. Hiroshima fue escenario del primer bombardeo atómico de la historia.

Aquí Miguel Ibáñez describe un poco lo que fueron unos instantes de aquello en su libro pOp cOntrOl:

Primero un gran fogonazo, una inmensa bola de fuego. La onda expansiva provocó ciclones, muriendo mucha gente aplastada (lanzada a grandes distancias) o con las vísceras reventadas. Un calor intenso achicharró la piel desprotegida en cuatro kilómetros a la redonda del punto cero. La diferente absorción del calor por parte de los colores produjo que las partes más oscuras de los vestidos se chamuscasen mientras las más claras no lo hicieron o lo hicieron con menor intensidad. Mujeres con vestidos estampados quedaron literalmente “tatuadas” con rastros de los dibujos en la piel. Al tratarse de un bombardeo de rayos de calor, hubo casos de gente a la que se quemó con mayor intensidad un lado de la cara, según la orientación y la explosión: el lado expuesto directamente a la radiación se abrasó, mientras que el otro perfil no tanto. En un kilómetro de radio desde el punto cero, la gente murió carbonizada o volatilizada, dejando sólo una huella, como una sombra humana. (…) Al fogonazo inicial y al calor le siguió un gran estallido; la onda expansiva partió desde la gran bola de fuego con una fuerza aproximada de unos setecientos kilómetros por hora, derribándolo todo y convirtiendo cristales, maderas, tejas y otros objetos en potencial metralla. Se produjeron miles de incendios a causa del calor (en el punto cero se llegó a los cuatro mil grados), las explosiones y la destrucción de instalaciones y casas. Lo que acabo de narrar pasó en cosa de segundos.



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