El blog no
pretende ser monotemático.
A veces
conviene saber de lo que es capaz de causar el ser humano, para bien y para
mal. Esta entrada es de las segundas para concienciarnos de lo que nunca es una
buena solución a un conflicto, llevado a un extremo. Hiroshima fue escenario
del primer bombardeo atómico de la historia.
Aquí Miguel Ibáñez describe un poco lo que
fueron unos instantes de aquello en su libro pOp cOntrOl:
Primero un gran fogonazo, una inmensa
bola de fuego. La onda expansiva provocó ciclones, muriendo mucha gente
aplastada (lanzada a grandes distancias) o con las vísceras reventadas. Un
calor intenso achicharró la piel desprotegida en cuatro kilómetros a la redonda
del punto cero. La diferente absorción del calor por parte de los colores
produjo que las partes más oscuras de los vestidos se chamuscasen mientras las
más claras no lo hicieron o lo hicieron con menor intensidad. Mujeres con
vestidos estampados quedaron literalmente “tatuadas” con rastros de los dibujos
en la piel. Al tratarse de un bombardeo de rayos de calor, hubo casos de gente
a la que se quemó con mayor intensidad un lado de la cara, según la orientación
y la explosión: el lado expuesto directamente a la radiación se abrasó,
mientras que el otro perfil no tanto. En un kilómetro de radio desde el punto
cero, la gente murió carbonizada o volatilizada, dejando sólo una huella, como
una sombra humana. (…) Al fogonazo inicial y al calor le siguió un gran
estallido; la onda expansiva partió desde la gran bola de fuego con una fuerza
aproximada de unos setecientos kilómetros por hora, derribándolo todo y
convirtiendo cristales, maderas, tejas y otros objetos en potencial metralla.
Se produjeron miles de incendios a causa del calor (en el punto cero se llegó a
los cuatro mil grados), las explosiones y la destrucción de instalaciones y
casas. Lo que acabo de narrar pasó en cosa de segundos.